24 de septiembre de 2016

Di mi nombre

Me temo que no voy a ser del todo justa con esta reseña, porque, admitámoslo: a mí el romance erótico al uso no me gusta, así que era difícil que Di mi nombre me convenciera. Sin embargo, me animé a leer esta novela cuando la editorial la ofreció en una promoción: al fin y al cabo, no puedo criticar libros de este género si apenas los leo, así que eso es lo que me hizo animarme.

El libro no hay por dónde cogerlo, pero intentaré dar algunas pinceladas para explicar por dónde van los tiros:

Sylvia esconde un pasado que no puede olvidar: a los 14 años vivió repetidamente una experiencia traumática que la marcó de por vida.

Jackson también tiene un pasado oscuro, además de problemas de control (quiere controlar a los demás) y de ira contenida (se lía a dar hostias a la mínima de cambio). Muy edificante.

Ambos vivieron un tórrido fin de semana (sí, DOS DÍAS), pero a Sylvia empezaron a perseguirle los fantasmas del pasado y le rogó a Jackson que se alejara de ella. Hoy, cinco años después (sí, CINCO AÑOS), los dos siguen enganchados el uno al otro, cosa que cuesta bastante de entender, porque ni siquiera queda claro qué es lo que vieron el uno en el otro durante aquel fin de semana.

Hoy Sylvia trabaja para el sector inmobiliario y le han encargado un importantísimo proyecto: crear un complejo vacacional en una isla desierta. Pero se queda sin arquitecto y se le ocurre que solo puede acudir a Jackson, que ahora es un arquitecto de renombre mundial.

Él sigue cabreado por el plantón que le dio Sylvia en el pasado y le dice que vale, que se une al proyecto, pero solo si acepta meterse en su cama. Y ella dice que venga, que el proyecto lo vale todo y que acepto entregarme a ti para que no quede en duda mi compromiso profesional.

La trama se intenta aderezar un poco hacia el final con algo de misterio y un giro en la trama impactante, giro que se ve venir desde la mitad del libro, así que ni impacta ni ayuda a levantar el interés.

Por último, el lenguaje es tremendamente vulgar tirando a lo desagradable. Y no es que me esté poniendo mojigata, porque he leído libros más que subidos de tono. Es solo que este libro resulta chabacano de principio a fin. Las escenas de sexo, demasiadas. Sylvia está fatal, llena de traumas del pasado. Debería buscar terapia y, en lugar de eso, decide que lo que necesita es fornicar como una descosida.

Como digo, el lenguaje resulta muy burdo y me resultaba inevitable imaginarme a los protagonistas como sacados de Mujeres, hombres y viceversa. Este es el momento en que estos dos mendas se conocieron:

Su cara era una combinación de ángulos y sombras, la cara de un guerrero, tan exquisita que podría emocionar a los dioses. Los ojos, por su parte, le brillaban con la dureza del zafiro tallado. Pero le chispeaban cuando sonreía, y el modo en que las comisuras se le arrugaban al hacerlo humanizaba aquellas facciones tan perfectas.

Yo creo que hay un libro de descripciones de personajes de libros eróticos y estas autoras sacan los párrafos de ellos, ¡porque todas siguen los mismos patrones!

En la escena en que se conocen (hace cinco años), están en una especie de reunión profesional, pero ella es una chica acosada por los problemas de su pasado, así que se separa del grupo y se pone a observar el horizonte. Él la ve ahí aislada y se prenda de su aura de misterio. Intercambian siete u ocho frases triviales, y al final él le espeta:

—No me discutas —dijo—. No protestes ni me des excusas. —Me tendió la mano—. Tú te vienes conmigo.

Esta escena me la imaginaba en plan troglodita, con el macho cargando a la hembra a la espalda y soltando unos elocuentes: «Unga, unga».

A ver, un desconocido bajito, regordete y calvo te suelta eso y lo que haces es salir gritando o darle una patada en los huevos. Pero no: como el tipo en cuestión tiene «la cara de un guerrero», te muerdes el labio inferior, te quitas un mechón de pelo del rostro y le tiendes la mano. Vengahombreporfavor.

Sylvia: No pensé. No vacilé. Solo me acerqué a él y me puse de puntillas para arrimarme todavía más. Para poseerlo. Y, sí, para entregarme a él.

Unga.

Jackson: Porque debes saber que, cuando yo quiero algo, o a alguien, lo persigo sin descanso y no me detengo hasta poseerlo por completo. ¿Quieres palabras bonitas y bombones? Los tendrás. ¿Quieres que nos cojamos de la mano y nos besemos con ternura? Me parece bien. Pero yo quiero mucho más, Sylvia, y tienes que saber que voy a acostarme contigo.

Unga.

Jackson: —Muy bien, nena. Separa más las piernas y aparta el tanga. Quiero verte el coño. Quiero ver lo mojada que estás. Quiero ver cómo te metes el dedo. Y quiero ver cómo tu cuerpo se estremece cuando estés a punto de correrte. Pero solo a punto. No vas a correrte hasta que yo esté dentro de ti. Voy a follarte bien, nena. Voy a metértela tan adentro que gritarás mi nombre cuando te corras y vas a gritármelo en la boca. 

Recordemos que Jackson empieza siendo un arquitecto de fama mundial, atractivo pero muy centrado en su trabajo y en sus proyectos internacionales. Pero abre la boca y empieza a hablar como un viceverso. Bajada de libido en tres, dos, uno...

De verdad. Este es el nivel.

En definitiva, no se lo recomendaría a nadie, y menos con la cantidad de libros eróticos o directamente pornográficos de buena calidad que hay en el mercado.

P. D.: Acabo de caer en la cuenta de que la portada es un primer plano de una tía mordiéndose el labio inferior. ¡Dioooooooooooos!

18 de septiembre de 2016

Los dieciséis esqueletos de mi armario

Me encontré este libro en un puesto de segunda mano y me sorprendió, pues no sabía que Hitchcock hubiera escrito ningún libro. Tras ojearlo un poco me di cuenta de que era más bien una recopilación de relatos; se supone que Hitchcock es quien los ha seleccionado y también quien escribe el prólogo.

Sin embargo, leyendo un poco por ahí confirman lo que ya sospechaba: el papel de Hitchcock en este tipo de publicaciones era mínimo, e incluso la introducción que llevaba su firma estaba escrita en realidad por algún trabajador de la editorial que publicaba la colección. Supongo que Hitchcock recibía una remuneración o simplemente la publicidad de ver su nombre impreso en varias colecciones.

El caso es que se vendían muy bien, y a mis manos llegó esta en concreto que gozó de buena popularidad. Después de la brevísima introducción firmada por el director, siguen 16 relatos cortos de maestros del género como Robert Bloch (autor, por cierto, de Psicosis, la novela en la que luego se basó Hitchcock para su película). Todas ellas plantean un pequeño misterio de tintes policiacos y se leen bastante rápido. Si bien en algunas se ve venir desde lejos el desenlace, todas me han parecido bien desarrolladas y un par de ellas me sorprendieron mucho. En definitiva, una buena recopilación de historias policiacas en las que no prima tanto la violencia porque sí sino el desarrollo psicológico de los personajes y sus motivaciones detrás de los crímenes que se narran. Muy recomendado para leer en un par de tardes de invierno.

Dejo a continuación el índice de historias y autores:

– Historia de fantasmas (Henry Kane).
– ¿Dónde está tu aguijón? (James Holding).
– El mayordomo que no lo hizo (Craig Rice).
– Regalo de Navidad (Robert Turner).
– El hombre sentado a la mesa (C. B. Gilford).
– La muerte de otro viajante (Donald Honig).
– Hombre con manías (Robert Bloch).
– … Dijo Jack el Destripador (Robert Arthur).
– Una pistola con corazón (William Logan).
– Asesinato (Dion Henderson).
– Un pequeño fratricidio (Richard Deming).
– El hombre que se salió con la suya (Lawrence Treat).
– Receta secreta (Charles Mergendahl).
Papi (David Alexander).
– La máquina del crimen (Jack Ritchie).
– Homicidio y caballeros (Fletcher Flora).