28 de junio de 2011

En la luz inmóvil

Estas últimas semanas he estado entretenida con varios libros que obtuve en concursos (los de mis dos últimas entradas) y hoy vengo con la reseña del último que tenía pendiente, En la luz inmóvil, que sorteó la Editorial Algaida a través de Facebook. La verdad es que me hizo mucha ilusión porque la portada es preciosa y me pareció que la historia prometía. Vamos con el resumen.

El libro está narrado en primera persona y comienza en un pueblo de la costa gallega en 1967. Dos adolescentes se reencuentran ese verano y se convierten en inseparables, aunque un desencuentro en mitad de las vacaciones hace que se distancien. Pasado el verano, tiene lugar un trágico suceso que separa sus caminos definitivamente.

Ese amor de verano deja una profunda huella en el narrador y de hecho nunca llega a olvidar a aquella mujer, con quien se reencuentra años después. Él sigue anclado en aquel verano que tuvo lugar años atrás, pero ella es una persona completamente diferente. En paralelo, el lector es testigo de la historia de España de las últimas décadas y de las nostalgias y recuerdos que asuelan al narrador.

El estilo narrativo hace que el lector se sienta como si estuviera tomando un café con un viejo amigo, que le va contando sus recuerdos y nostalgias, con digresiones constantes e incluso reproches hacia uno mismo (el narrador se pregunta constantemente si lo que está escribiendo es algo más que una «gavilla de páginas desordenadas, tanto como mis sentimientos»).

Como decía al principio, la novela me parecía prometedora, pero la verdad es que no me ha calado. Es arriesgado que un autor decida interrumpir el hilo del discurso con digresiones constantes y la idea a priori es buena, pero creo que hay que saber guiar muy bien al lector e hilar las diferentes líneas del discurso para que funcione. Ramón Pernas, para mi gusto, no lo consigue. Tampoco entiendo la obcecación del protagonista con ese amor de juventud, teniendo en cuenta además que cuando se reencuentran ella ya no es la misma persona; su sequedad incluso la hace parecer antipática a mis ojos. Por último, los reproches hacia la novela que hace el narrador (lo que comentaba en el párrafo anterior) son tan constantes que acabé dándole la razón para mis adentros.

Finalizo con ese aspecto en el que me fijo tantísimo: la edición del texto. A este libro le falta una corrección más exhaustiva: bailan las cursivas, hay queísmos, faltan tildes y la puntuación no está muy pulida. Me gustaría haber incluido algún ejemplo en la reseña para que se entendiera mejor a qué tipo de errores me refiero, pero me dejé en libro en casa al volver a Inglaterra porque no me cabía en la maleta. Intentaré actualizar la entrada con un par de ejemplos la próxima vez que vuelva a casa.

En resumen, le agradezco profundamente a Algaida que me enviara este libro a casa, pero no me ha calado. No obstante, obtuvo el Premio Internacional de Novela «Emilio Alarcos Llorach» y las reseñas que he leído por Internet son muy positivas. Creo que es muy cierto que hay novelas que no nos gustan porque no es el momento de leerlas, así que quizá otros lectores decidan no guiarse por mi reseña y quieran conocer el pequeño universo que forja aquí Ramón Pernas.

Para terminar, copio el poema de Cesare Pavese que da título a la novela y que, en cierta manera, la resume:


Ha reaparecido la mujer de ojos entreabiertos
y de cuerpo concentrado, andando por la calle.
Ha mirado de frente, tendiendo la mano
en la calle inmóvil. Todo ha vuelto a resurgir.

En la luz inmóvil del día lejano
se ha quebrado el recuerdo. La mujer ha alzado
la frente sencilla y su mirada de entonces
ha reaparecido. Se ha tendido la mano hacia la mano
y el apretón angustioso era el mismo de entonces.
Todo ha recobrado colores y vida
con la mirada concentrada, con la boca entreabierta.

Ha regresado la angustia de días lejanos
cuando un inesperado e inmóvil estío
de colores y tibiezas emergía ante las miradas
de aquellos ojos sumisos. Ha regresado la angustia
que ninguna dulzura de labios abiertos
puede mitigar. Se cobija, fríamente,
en aquellos ojos, un inmóvil cielo.
Era tranquilo el recuerdo
bajo la luz sumisa del tiempo, era un dócil
moribundo para quien ya la ventana se aniebla y desaparece.
Se ha quebrado el recuerdo. El apretón angustioso
de la leve mano ha vuelto a encender los colores,
el verano y las tibiezas bajo el vívido cielo.
Pero la boca entreabierta y las miradas sumisas
no dan vida más que a un duro, inhumano silencio. 



Título: En la luz inmóvil | Autor: Ramón Pernas
Fecha inicio: 13.06.2011 | Fecha fin: 15.06.2011

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