15 de junio de 2009

Otra decepción


Ya he terminado El silencio de los claustros, de Alicia Giménez Bartlett: una nueva aventura de Petra Delicado. Tenía la esperanza de que Nido vacío fuera solo un mal día de la editorial, pero las dos novelas tienen exactamente el mismo corte.

De pequeña, pensaba que los novelistas escribían exactamente lo que yo leía, y que lo hacían a la primera y de un tirón. También miraba con admiración las líneas, que acababan todas exactamente en un mismo punto y formaban párrafos perfectamente cuadrados (lo que en el gremio se llama "párrafo justificado"), y no conseguía explicarme cómo lo conseguían con todas y cada una de las líneas. Una letra fuera y esa línea quedaría coja, corta, desalineada con respecto a las demás. Aún tardaría un tiempo en descubrir los procesadores de texto…

Pero disgreso. Decía que de pequeña pensaba que escribir era sencillísimo. Mira este escritor, cómo ha producido página tras página hasta completar las trescientas que tiene la novela. También tardé unos cuantos años en descubrir que el estado en el que los originales llegan a la editorial poco tiene que ver, por lo general, con lo que después se publica. A menudo, cuatro y cinco tandas de correcciones son necesarias para alcanzar un texto mínimamente publicable. Al final, uno se pregunta hasta qué punto merece el autor que su nombre figure en cubierta.

En fin, así ha funcionado el negocio editorial desde hace muchos años y pocos visos tiene de cambiar. No tengo nada que objetar –entre otras cosas porque yo también como de este pan–, a no ser que este andamiaje que se construye en torno a una obra se vea desde la calle. Y eso ocurre cuando el proceso de edición no es cuidadoso y llegan errores a la edición final. Uno se echa las manos a la cabeza y se da cuenta de dos cosas: una, que ese error se le ha escapado a los dos, tres o cuatro correctores y editores que han leído el libro, y dos, que probablemente salió así del ordenador del autor.

Este libro está lleno de errores. Y de los tontos, además, de esos que te hacen chasquear la lengua impaciente porque te impiden centrarte en la trama. Hacia la página 25 ya había perdido la cuenta de los signos de interrogación que se abren pero, misteriosamente, no se cierran. Tanto el autor como el corrector desconocen la diferencia entre "deber" y "deber de" y los utilizan arbitrariamente. Y lo peor es la flojísima puntuación. Se trata de un tema menor que veo recogido en muy pocos libros y en menos cursos de corrección, pero cuánto empobrecen un texto…

No sé, quizá no sean errores de bulto y el libro sea un éxito de ventas, pero a mí me sacaban de quicio precisamente porque son de principiante. Y estos mismos errores hicieron que me enfrentara al argumento desde una postura crítica. No sé, creo que Petra Delicado ya no es lo que era, y más desde que se casó. Para mí la gracia del libro la tenían sus reflexiones de loba esteparia que llegaba a su casa tras un duro día luchando contra el mal y se relajaba con un whisky y música clásica, al tiempo que hacía reflexiones sobre las bondades de la soltería. Esta nueva Petra con un marido santurrón que le aguanta todos los desplantes, cuatro hijastros, dos exmujeres… ¡Por Dios, si hasta Garzón se ha casado!

Creo recordar que los primeros libros (Día de perros, Un barco cargado de arroz…) eran infinitamente más originales y más entretenidos. Y no recuerdo erratas. También es cierto que compré ediciones de bolsillo, y si la compra te sale mal no te duelen mucho los seis euros. Recordemos que Nido vacío y El silencio de los claustros me costaron unos 18 euros cada uno. Con ese precio, la verdad, no puedo evitar ponerme un poco tiquismiquis…